Sancho Garcés, hijo de García Íñiguez y de su segunda esposa, Dadildis de Pallars, nació en Bashkunsa (Vascona), una aldea mencionada en las crónicas musulmanas, que probablemente corresponda con Rocaforte, cerca de la actual Sangüesa, en Navarra. El matrimonio tuvo otro hijo, Jimeno. Del primer matrimonio de su padre con Onneca Rebelle de Sangüesa, Sancho tuvo dos medio hermanos: Sancha, la primogénita, e Íñigo.
Apodado «el vascón» (al-Bashkunsi) por los andalusíes, Sancho contrajo matrimonio con Toda Aznar, hija de Onneca Fortúnez y de su segundo marido, Aznar Sánchez de Larraún. Toda era nieta de Fortún Garcés, el último caudillo militar del reino de Pamplona y miembro de la dinastía Arista.
En el año 905, tras quedar abolidos los derechos sucesorios de los hijos de Fortún Garcés y recaer estos sobre su nieta Toda se proclamó rey de Pamplona, contando para ello con el apoyo de Alfonso III de Asturias y de su tío materno, el conde de Pallars. Fortún Garcés se retiró al monasterio de San Salvador de Leire. La ceremonia de proclamación tuvo lugar en la catedral prerrománica de Santa María de Pamplona, destruida años después por el emir de Córdoba, Abd al-Rahman III. Tras la unción sagrada y el levantamiento sobre el pavés al grito de «¡Real, Real, Real!», los barones y los nobles del reino le juraron fidelidad.
No tardó el sangüesino en ejercer su autoridad como monarca. En el año 907, derrotó a Lope ibn Muhammad de Lérida, y en el año 908 arrebató a la familia muladí de los Banu Qasi el control de la tierra de Deyo, que incluía Estella y La Solana de Navarra, junto con su estratégica atalaya de San Esteban. Además, conquistó Resa, Cárcar, Falces y Caparroso, entre otras localidades, amenazando seriamente Tudela. Estas anexiones marcaron el inicio de la expansión territorial de un reino que, hasta entonces, se limitaba a las actuales merindades de Pamplona, Sangüesa y las comarcas montañosas de Olite.
Sus mayores logros se debieron a la estrecha alianza que mantuvo con Ordoño II de León. Juntos emprendieron una exitosa campaña por la línea del Duero castellana que, en el año 917, culminó con la conquista de San Esteban de Gormaz. En el año 918, lograron también conquistar Calahorra, Arnedo y Valtierra, mientras que Ordoño II se hacía con Talavera de la Reina. La respuesta de Abd al-Rahman III no se hizo esperar. Entre los años 918 y 919, lideró una poderosa aceifa que rompió la línea defensiva del Duero, penetró en el corazón del reino de Pamplona y reconquistó Calahorra y Cárcar. El 26 de julio de 920, las fuerzas leonesas y pamplonesas sufrieron una aplastante derrota en la batalla de Valdejunquera, cerca de Muez, a unos 20 kilómetros al suroeste de Pamplona. Sin embargo, este revés no supuso una pérdida territorial significativa, sino únicamente un breve freno en la expansión hacia el sur.
En el año 922, tras la muerte del conde de Aragón, Galindo II Aznárez, Sancho ocupó las tierras aragonesas, ignorando los derechos sucesorios de los legítimos herederos. Esta acción provocó las disputas con Muhammad al-Tawil, gobernador musulmán de Huesca, quien también reclamaba el territorio debido a su matrimonio con Sancha Aznárez, hermana del difunto conde. El conflicto se resolvió al acordar el matrimonio de Andregoto Galíndez, hija de Galindo II, con García Sánchez I, hijo de Sancho. Esta alianza permitió que Aragón permaneciera bajo el dominio de la corona pamplonesa al menos hasta la muerte de su tataranieto, Sancho III de Pamplona, en 1035.
Junto a Ordoño II, incorporó a sus dominios, en el año 923, las plazas riojanas de Nájera y Viguera. Además, trasladó la sede regia de Pamplona a Nájera, dotando al reino de una organización más estructurada. Este cambio buscaba descongestionar demográficamente el área de Pamplona, adoptar las formas de vida urbanas de Nájera y aprovechar el impulso cultural y religioso del floreciente monacato riojano. La sede regia se mantuvo en Nájera hasta 1076.
En el año 924, durante la campaña militar liderada por Abd al-Rahman III con el objetivo de arrasar Pamplona, las tropas andalusíes pasaron expresamente por Bashkunsa para destruirla por completo. Y así lo hicieron.
Durante su gobierno, Sancho logró la primera gran expansión territorial de Pamplona. Este proceso implicó un asentamiento prioritario en la zona central del reino, lo que supuso el abandono definitivo de los valles pirenaicos. Asimismo, introdujo estructuras sociales y administrativas inspiradas en las cortes condales carolingias, combinándolas con la tradición hispanogoda, lo que consolidó el control del territorio y eliminó las áreas previamente mal gestionadas por el poder central. Durante este período, también se implementó el sistema de tenencias, una de las cuales fue Resa, que perduró en Navarra y Aragón hasta principios del siglo XIII. Además, fundó el monasterio de San Martín de Albelda (Albelda de Iregua, La Rioja), actualmente en ruinas.
Sancho Garcés I, considerado el primer monarca del reino de Pamplona por sus contemporáneos y haber gobernado durante 20 años, murió en Resa (Andosilla) el 10 de diciembre de 925 tras despeñarse con su caballo. Así narra el cronista hispanomusulmán, Ibn Hayyan, su muerte:
«En este año llegó la noticia de la muerte del tirano Sancho, rey de los vascones, en Pamplona, país enemigo que Dios destruya, tras la crucifixión de Sulayman b. Umar b. Hafsun, a quien era similar en su perjuicio a los musulmanes y con quien coincidió en el trance mortal. Fue causa de su muerte que al regresar de una campaña contra una nación enemiga a sus espaldas, victorioso y con botín, al llegar a su país y ver todos los presos y cautivos que Dios le había otorgado, le entro una petulante euforia en medio de la cual lanzó su caballo al galope hasta que le llevó a una sima que desconocía, donde se metió desbocado, arrojándolo a su profundidad y haciéndole caer destrozado, de allí lo sacaron muerto. Dios lo maldiga, con lo que fue la alegría doble, y la gracia, inmediata».
DE SU MATRIMONIO CON TODA AZNAR NACIERON UN HIJO Y CINCO HIJAS:
García. Su sucesor con el nombre de García Sánchez I de Pamplona. Casado en primera nupcias con Andregoto Galíndez y en segundas con Teresa Ramírez, hija de Ramiro II de León y Adosinda Gutiérrez.
Urraca. Casada con Ramiro II de León.
Onneca. Casada con Alfonso IV de León. Fue reina de León entre 926 y 931.
Sancha. Casada en primeras nupcias con Ordoño II de León, en segundas con el conde alavés, Álvaro Herraméliz, y en terceras con el conde castellano, Fernán González.
Velasquita. Casada en primera nupcias con el conde alavés, Munio Vélaz, en segundas con Galindo de Ribagorza y en terceras con Fortún Galíndez.
Orbita. Probablemente casada con Muhammad al-Tawil, gobernador de Huesca. Pudo ser hija póstuma como así lo indica el significado de su nombre «la huérfana».
El rey también tuvo una hija extramatrimonial, Lupa, nacida probablemente mucho antes que sus hijos legítimos. Según el «Códice de Roda» se casó con Dato II de Bigorra y fue la madre del conde Raimundo de Bigorra.
TEORÍAS SOBRE DONDE PUDO HABER SIDO ENTERRADO:
En San Esteban de Resa (Andosilla, Navarra).
En 1958, el desaparecido historiador aragonés, Antonio Ubieto, afirmaba que la suposición de que Sancho Garcés y su hijo, García Sánchez I, fueran enterrados en San Esteban de Deyo, está basada en la creencia de que solo existía un San Esteban, pero en realidad hubo dos. Los documentos que investigó confirmaban la existencia de otro San Esteban situado más al sur del reino, en Resa. Para confirmar su teoría, el aragonés incidía en que, aparte de haber muerto en estos parajes, estaba el hecho de que durante unos años se celebraron en la iglesia de Resa, cada 10 de diciembre, misas por el alma del rey y concilios con la asistencia de la familia real pamplonesa, incluida la reina Toda y su hijo García Sánchez, obispos, nobles y otros testigos.
En San Esteban de Deyo (Villamayor de Monjardín, Navarra).
La «Crónica Albeldense», escrita a finales del siglo X por el monje Vigila y sus discípulos, Sarracino y García, cuenta que se le dio sepultura en el pórtico de San Esteban, sin especificar donde se encontraba dicho lugar. El texto dice «Fue sepultado en el pórtico de San Esteban y reina con Cristo en el cielo». En el siglo X era habitual que a los monarcas se les inhumara en los pórticos de las iglesias, no dentro de los templos. En 1600, el historiador Lope de Guillart visitó el castillo y en la ermita de la fortaleza y encontró una piedra con la efigie de un rey coronado y el lema «destructor de bárbaros», además de varias lápidas de alabastro con inscripciones elogiando al monarca. Años después, el jesuita e historiador, José de Moret, encontró la misma piedra y basándose en la crónica albeldense dedujo por su cuenta que San Esteban era Deyo. En sus escritos señaló lo siguiente «Se conserva una piedra de mármol bruto, que sirve de ara en el altar enfrente de la puerta… Pero por estar quebrada la piedra y falta de un trozo, y con la letra gastada por el tiempo, solo pudimos sacar que se ponía a rey con el título de Pamplona y Deyo. El nombre del rey, año y día de su muerte, o faltan en lo quebrado, o se esconden en lo gastado de la letra». Nada demuestra que esta piedra fuera la lápida funeraria del monarca. Además, la ermita fue construida con posterioridad al castillo, demasiados siglos después de la muerte del rey. En las intervenciones arqueológicas que se han realizado no han aparecido restos de tumbas.
En el monasterio de San Salvador de Leire (Navarra).
En el panteón real del monasterio de San Salvador de Leire reposan en un arcón un amasijo de huesos pertenecientes a reyes de diferentes dinastías pamplonesas. En una placa de bronce situada a los pies de la arqueta se puede leer los nombres de los monarcas que allí descansan. Dos de ellos son los de Sancho Garcés I y su hijo, García Sánchez I. Historiadores de prestigio sostienen que hay datos fidedignos para defender la historicidad del enterramiento en suelo legerense de varios reyes que figuran en la lista, pero no así los de Sancho y su hijo.